viernes, 6 de diciembre de 2013

La leyenda de La Susona

Los callejones y rincones de la ciudad de Sevilla han sido testigos de numerosas historias de amor que han dado lugar a leyendas muy conocidas. En este caso hablaremos de la historia de la Susona, que ocurrió en la Judería sevillana, en las entrañas del Barrio de Santa Cruz, cerca de la Plaza de Doña Elvira. Esta historia tiene lugar en una época marcada por la exclusión de la comunidad judía  por parte de los cristianos. Sevilla fue una de las ciudades que llevó a cabo este tipo de exclusión, como demuestra la matanza de la judería sevillana en 1391. 

Según la historia, en 1481 se fraguó un complot judío en Sevilla para hacerse con el poder de la ciudad e intentar, con el apoyo musulmán echar a los cristianos de la ciudad hispalense. La conspiración estaba formada por Diego Susón, banquero y cabecilla de la misma; Pedro Fernández  de Venedara, mayordomo de la Catedral; Juan Fernández de Alboslaya, letrado y alcalde de Justicia, Adolfo de Triana y algunos hombres más que pertenecían a uno de los sectores más influyentes de la ciudad. La tradición cuenta que Diego Susón tenía una hija muy hermosa llamada Suona Ben Suzón, a la que todos llamaban “La Susona”. La muchacha estaba enamorada y mantenía relaciones secretas con un caballero cristiano de gran linaje, al que su padre Diego Susón quería asesinar.

Suona se enteró del complot que su padre había organizado junto con los otros judíos, y al saber que el hombre al que amaba estaba en peligro, delató a los suyos a los cristianos. El chivatazo de Suona tuvo consecuencias inmediatas, y los componentes del grupo judío que organizaron la conspiración, fueron encarcelados y ejecutados. Después de lo ocurrido, la  muchacha fue repudiada por su gente y se le ocurrió convertirse al cristianismo pero, los cristianos  y su amado también la abandonaron por delatar a su propia familia.

La mujer fue a buscar refugio a las iglesias y los hospitales hasta que el obispo de Tiberiales, Reinaldo Romero, la acogió en un convento de clausura de la ciudad con la intención de que dedicara su vida al Señor. Suona pasó mucho tiempo encerrada en el convento arrepentida de haber traicionado y por tanto, matado a su padre. El obispo visitaba a menudo el convento para reconfortarla espiritualmente pero terminó enamorándose de ella, hasta el punto de que ésta terminó dejando el convento y viviendo con el obispo, con el que tuvo dos hijos. Una vez que muere el obispo, la muchacha se sumerge en una gran pobreza, sabiéndose que  terminó su vida como querida de un especiero (comerciante de especias).

La Susona pidió antes de morir que su calavera se colgase ante la fachada de su casa en la Judería, en la que había vivido para ejemplo y castigo de sus pecados. Su cabeza estuvo en la puerta de su casa hasta mediados del siglo XVIII. Hoy, la calle donde estaba su casa que se encuentra junto a la iglesia de los Venerables, lleva su nombre desde 1845; y está decorada con diferentes azulejos que corroboran la veracidad de esta historia.

Casa de La Susona / Fotografía: Alba Machuca


Azulejos que adornan la fachada de la casa / Fotografía: Alba Machuca




Fuentes:

-Grosso, Manuel:  Sevilla, ciudad de leyenda ; Ed. Jirones de Azul; Sevilla 2009



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