Los callejones y rincones de la
ciudad de Sevilla han sido testigos de numerosas historias de amor que han dado
lugar a leyendas muy conocidas. En este caso hablaremos de la historia de la
Susona, que ocurrió en la Judería sevillana, en las entrañas del Barrio de Santa
Cruz, cerca de la Plaza de Doña Elvira. Esta historia tiene lugar en una época
marcada por la exclusión de la comunidad judía
por parte de los cristianos. Sevilla fue una de las ciudades que llevó a
cabo este tipo de exclusión, como demuestra la matanza de la judería sevillana
en 1391.
Según la historia, en 1481 se
fraguó un complot judío en Sevilla para hacerse con el poder de la ciudad e
intentar, con el apoyo musulmán echar a los cristianos de la ciudad hispalense.
La conspiración estaba formada por Diego Susón, banquero y cabecilla de la
misma; Pedro Fernández de Venedara,
mayordomo de la Catedral; Juan Fernández de Alboslaya, letrado y alcalde de
Justicia, Adolfo de Triana y algunos hombres más que pertenecían a uno de los
sectores más influyentes de la ciudad. La tradición cuenta que Diego Susón
tenía una hija muy hermosa llamada Suona Ben Suzón, a la que todos llamaban “La
Susona”. La muchacha estaba enamorada y mantenía relaciones secretas con un
caballero cristiano de gran linaje, al que su padre Diego Susón quería
asesinar.
Suona se enteró del complot que
su padre había organizado junto con los otros judíos, y al saber que el hombre
al que amaba estaba en peligro, delató a los suyos a los cristianos. El
chivatazo de Suona tuvo consecuencias inmediatas, y los componentes del grupo
judío que organizaron la conspiración, fueron encarcelados y ejecutados.
Después de lo ocurrido, la muchacha fue
repudiada por su gente y se le ocurrió convertirse al cristianismo pero, los
cristianos y su amado también la
abandonaron por delatar a su propia familia.
La mujer fue a buscar refugio a
las iglesias y los hospitales hasta que el obispo de Tiberiales, Reinaldo
Romero, la acogió en un convento de clausura de la ciudad con la intención de
que dedicara su vida al Señor. Suona pasó mucho tiempo encerrada en el convento
arrepentida de haber traicionado y por tanto, matado a su padre. El obispo
visitaba a menudo el convento para reconfortarla espiritualmente pero terminó
enamorándose de ella, hasta el punto de que ésta terminó dejando el convento y
viviendo con el obispo, con el que tuvo dos hijos. Una vez que muere el obispo,
la muchacha se sumerge en una gran pobreza, sabiéndose que terminó su vida como querida de un especiero
(comerciante de especias).
La Susona pidió antes de morir
que su calavera se colgase ante la fachada de su casa en la Judería, en la que
había vivido para ejemplo y castigo de sus pecados. Su cabeza estuvo en la
puerta de su casa hasta mediados del siglo XVIII. Hoy, la calle donde estaba su
casa que se encuentra junto a la iglesia de los Venerables, lleva su nombre
desde 1845; y está decorada con diferentes azulejos que corroboran la veracidad
de esta historia.
Casa de La Susona / Fotografía: Alba Machuca |
Azulejos que adornan la fachada de la casa / Fotografía: Alba Machuca |
Fuentes:
-Grosso, Manuel: Sevilla, ciudad de leyenda ; Ed. Jirones de Azul; Sevilla 2009
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